Oma-Bilbao, verano de 2013

La madre de las musas es la memoria.

Me gusta cómo el azar interviene sobre los objetos encontrados. De hecho me gusta el papel del azar, por eso soy expresionista en la manera de pintar. Uso pinceles industriales, me gusta que se note el gesto del brazo, la cosa aleatoria…  También empleo trapos, froto lo pintado hasta que sólo queda la huella. Trabajo sobre capas (como si fueran texturas sonoras) hasta conseguir lo que quiero. Me gusta menos la manera de pintar de los flamencos, o de los hiperrealistas, con pequeñas pinceladas, como si pintaran pixel a pixel.
                                                                                                      Jose Ibarrola. 2014

La selección de “objetos encontrados o confeccionados” responde a una elección estética, sobre cómo el tiempo y el azar interviene sobre esos objetos destilados por el uso, la historia o los elementos naturales. Desde los readymade de Duchamp, los objetos surrealistas o las esculturas del Arte povera, la derivación y las relaciones entre significante y significado han llenado los análisis sobre el arte contemporáneo. El arte trasciende la realidad, busca significarla.

Su experiencia estética mezcla la reflexión, la intuición y el azar en una búsqueda constante. Si se cambia la función del objeto, el objeto, modelado por el tiempo, el azar y la mano o la intención del artista, se convierte en la materia prima de sus esculturas, sin perder, no obstante, el eco del objeto que fue. Así, la antigua función destiñe la nueva escultura. Los libros forman ,por ejemplo ,el esqueleto de  “Ella” o de “Él” y nos advierten que somos genética pero también cultura. La carga simbólica que el libro como objeto ha ido adquiriendo a lo largo de la Historia acaba sumándose a la nueva obra creada mediante la manipulación de su forma.De la misma manera,  cuando construye obras con boyas encontradas en la playa o viejos paraguas, encuentra una sorpresa escondida en la rutina de mirar.

Los objetos, los que nos rodean y con los que convivimos, resulta que no son inmutables, resulta que varían según los relacionamos entre ellos y con nosotros, o mejor, con la memoria que tenemos de ellos y de nosotros. Actuamos constantemente en función de esas relaciones. Objetos cotidianos que de tanto ser usados, pierden cualquier significado más allá de su función, de repente se convierten en elementos extraños cargados de nuevas lecturas. Un paraguas, por ejemplo, o un barquito de papel, filtrados por la mirada de nuestra memoria desarrollan una personalidad singular que acabamos incorporando a nuestro patrimonio emocional. Dejan de ser un lugar común para convertirse en un símbolo personal. Y a veces nos inquietan. Como las personas y sus entornos, o mejor dicho, como los encuentros y desencuentros de los individuos, de sus emociones, de sus paisajes y de sus miradas.   

                                                           José Ibarrola. La inquietud  de las cosas.  2007

                          

Según la lista de categorías de la exposición Surrealista de Objetos de 1936, donde se había desarrollado toda una subclasificación entre objetos encontrados (found objects), preparados (ready-made), perturbados (perturbed), matemáticos, naturales, naturales interpretados, naturales incorporados, oceánicos, estadounidenses y surrealistas, los de Jose Ibarrola podrían calificarse como objetos intermareales  o perdidos en el tiempo.

Las esculturas vienen de su obsesión por los pecios, por los restos que trae la marea. Construidas con diversos materiales, muchos de ellos reciclados, mis obras  escultóricas no son monumentos épicos. Posiblemente no me interesa lo suficiente el vacío de sus huecos o la precisión de su geometría, pero sí su capacidad de contar y de emocionar. Vienen de los tiempos en los que el juego con los objetos encontrados en la playa era el aprendizaje para manipular el espacio, para trascender el paisaje y el tiempo. Por eso no las concibo como piezas aisladas en sí mismas, sino como parte de un universo que reconstruye parcelas de un tiempo que aún recuerdo.

                                                        José Ibarrola La inquietud  de las cosas  2007

La escultura marcó el comienzo de su actividad artística. Las primeras obras realizadas con maderas y restos encontrados en la playa fueron destruidas en el incendio del caserío-estudio de Gametxo, provocado por grupos de extrema derecha durante el estado de excepción de mayo de 1975. Eran los últimos coletazos del franquismo que castigaba así la resistencia frente a la dictadura simbolizada por su padre Agustín Ibarrola. Tenía 20 años. Decidió hacer borrón y cuenta nueva, no iba a reproducir las obras quemadas en el incendio sino que se centró en la pintura. Posteriormente, en la mayoría de sus exposiciones ha creado instalaciones  a partir de elementos pintados en sus cuadros, centauras, bañistas, barquitos de papel, paraguas… En 2003 una exposición, titulada exlibros marcó el comienzo de la utilización de libros, mezclados con materiales diversos, como materia prima de sus esculturas. Diez años después, inicia un proceso inverso en la relación que mantiene entre la escultura y la pintura. Su mundo escultórico ha entrado en sus cuadros.

Siempre que está en una encrucijada o en un momento de cambio suele mirar a los clásicos. Ha tenido siempre presente que la madre de las musas es la memoria, de hecho, aunque el Arte utiliza muchas veces la ruptura con el pasado, también vuelve a ese pasado para inspirarse en él. Esa tendencia humana recuerda que somos también memoria, que necesitamos mirar las formas viejas con ojos nuevos para encontrar nuevos caminos, para saber a dónde vamos, reconociendo de dónde venimos.

Esta última etapa es una aproximación al Cuatroccento desde la contemporaneidad del hecho artístico y cultural. Recuerda la frase de Todorov, en su estudio sobre el Renacimiento: Los individuos existen en el tiempo, se les representa en la unicidad del instante, no en la abstracción de la esencia. La desaparición de la alegoría queda compensada por la aparición del realismo, es decir por el surgimiento del individuo.Tzvetan Todorov . Elogio Del Individuo1. Su mirada sobre el hecho de pintar es una reflexión, desde la actualidad,  sobre qué es el individuo en este tiempo y cuál es el papel del Arte y del artista.

Estamos en un momento de barullo mediático en el terreno del Arte: modas, banalidad superficialidad, pensamiento líquido, y la alianza de los medios de comunicación y el mercado, convertidos en la nueva Academia, que sancionan qué es Arte, condenando al ostracismo aquello que no les interesa. En este contexto, Jose Ibarrola reflexiona sobre el papel del artista en la sociedad contemporánea. No es un pintor autista, encerrado en su torre de marfil, sino que reflexiona sobre la responsabilidad y el compromiso del artista, sobre qué hace y para qué.

Mira el Renacimiento, no como un crítico, ni como un historiador o un espectador, sino como un artista. Revisa las obras y recoge el mensaje de algunas de ellas, como si los pintores del Cuatroccento hubieran lanzado al Océano del Tiempo una botella que sería recogida quinientos años después por un artista con vocación de náufrago.

De este modo, reinterpreta temas con una carga icónica muy fuerte, pero, a diferencia de los apropiacionistas,  que imponen una mirada agresiva y a veces paródica a la obra, la serie es un homenaje a un tiempo y a unas personas que ayudaron a cambiar la percepción de la Historia y del Arte. Constituye un estudio donde entra en juego no solo la composición, el ritmo, los colores, el movimiento o la nueva percepción de los temas, sino la manera misma de relacionarse con su propio entorno. Si hasta ese momento el  Arte estaba sometido a la férrea disciplina de la Edad Media, la mirada cuatrocentista refleja como en un espejo el inicio de un camino más libre en el que el artista se reconoce a sí mismo.

La aproximación respetuosa y crítica a un tiempo artístico como el Renacimiento, desde una pintura básicamente figurativa, es una apuesta por el reconocimiento frente a la mímesis. Le interesan tanto o más los efectos que provocan la obra de arte y su capacidad para generar cadenas de razonamientos que el propio signo artístico. La relación que quiere establecer entre lo bidimensional y lo tridimensional es una confluencia natural en su obra que –en este caso- la ha ubicado en un tiempo histórico de profundas huellas culturales.

Sostiene que las épocas que ya han dejado huella son un camino andado pero por el que se puede volver a transitar. Refleja las palabras de  Hans Georg Gadamer: un tema queda adormecido en el momento que deja de ser interpretado sólo cuando alguien se dirige a él sigue funcionando. De este modo, el eterno eco de las preguntas clave sigue generando nuevas respuestas. Jose Ibarrola ya no habla de la pasión de Cristo o la bondad de los ángeles, sino del dolor, la soledad y el abandono del hombre torturado y asesinado. El significado concreto de los símbolos de una época, destilados por el tiempo y la visión de un artista contemporáneo, cambia y se amplía en un juego de representaciones que construyen sobre la interpretación histórica una reflexión despojada de las connotaciones míticas o religiosas.

El arte trasciende la realidad, busca significarla. Como señala Donald Kuspit: El arte no expresa un pensamiento sino que más bien resuelve la diferencia entre una idea y su expresión integrándolas sin fisuras en la experiencia estética. Es, por tanto, esta confrontación entre las esculturas y las pinturas, entre su mutación dimensional y su variedad iconográfica, entre su permeabilidad temática y su relatividad temporal,  un acontecimiento dialógico que intenta bucear en las cambiantes aguas de la memoria discursiva.

Esta serie intenta establecer ese diálogo con el pasado porque la cultura es la suma de tiempos y lugares distintos que convergen en un mismo plano. Los protagonistas de los cuadros son las esculturas que Jose Ibarrola realiza con objetos encontrados en la playa, viejos libros, maderas o materiales de desecho. El resultado aporta una nueva visión, cargada a veces de misterio y en ocasiones de ironía, que siempre aporta una reflexión estética sobre el propio trabajo del artista. En ese proceso queda claro el papel metafórico de los antiguos símbolos, ya que la nueva visión recoge en los cuadros de origen emociones que trascienden épocas y lugares diferentes.

Maite Nájera Burón.
Bilbao. Noviembre de 2014