Gametxo, mayo de 1975

La pérdida del Paraíso

Comenzó a leer a Julio Verne y a Salgari y el lugar ideal para escenificar sus aventuras era la playa de Anzorape. Sus padres habían alquilado un viejo caserío en Gametxo, sin agua, sin luz, sin servicios mínimos. En los próximos años se iba a convertir en su pequeño paraíso. Desde el cerrado encinar de San Pedro de Atxerre hasta la costa entre Laida y Laga se extendía un territorio libre.  Allí huía cada vez que en el caserío había demasiada gente o las tensiones entre los mayores aconsejaban una retirada a parajes más tranquilos.

Pasase lo que pasase, el verano era un territorio de libertad del que no estaba dispuesto a renunciar y dentro de mi mundo infantil, la playa ocupaba la preferencia de todas mis patrias.

Cuando me encaramaba a una roca o hacía un dique con la arena, yo ya sabía que mi destino era desear ser naufrago.

Siempre acudía a un grupo de piedras que la marea baja dejaba al descubierto. Formaba mi pequeño archipiélago un conjunto lo suficientemente voluminoso de rocas y arena como para jugar a perderme en él. Los charcos que quedaban apresados entre las rocas reflejaban el cielo no siempre azul que me envolvía, poniendo un techo a mis sueños; las lapas, caracolillos, quisquillas, carramarros, anémonas o estrellas de mar eran mi fauna y los recovecos de las piedras mi cobijo. Como un pequeño Robinsón organizaba las tareas y objetivos que me permitirían sobrevivir en mi isla. Y jugaba, jugaba a ser naufrago. Aislado de los fantasmas que acechan a la tranquilidad infantil, construía con los restos de las mareas mi arquitectura emocional.

                                                                     Jose Ibarrola. De memoria el mar. 1998

Pero nunca se está preparado para que te destrocen tu  pequeño paraíso. No ocurrió en la infancia sino en la juventud. El primer aviso fue la clausura. por orden gubernativa, de la exposición José y Agustín Ibarrola en la Galería Aritza de Bilbao. en noviembre de 1974. El  segundo, la detención en comisaría cuando iba caminando tranquilamente por la calle. Lo detuvieron, según la policía, por la pinta de Jesucristo que llevaba y cuando revisaron su mochila encontraron hojas con firmas a favor de la amnistía que los grupos de izquierda iban a entregar al cardenal Tarancón. Pasó dos noches en comisaría y le soltaron después de amenazarle y quitarle las hojas con las peticiones de amnistía.

El desastre ocurrió durante uno de los últimos estados de excepción, en mayo de 1975, guardias civiles de paisano incendiaron el caserío estudio que la familia tenía en Gametxo. Agustín y Mari Luz estaban escondidos, como siempre que se declaraba un estado de excepción. Fuimos con el padre de un amigo, el que tenía el coche más lujoso, a ver qué había pasado. El espectáculo era desolador. Todo estaba destruido, los cuadros, los libros, los recuerdos…

La familia acababa de comprar el caserío de Oma y Jose iba a organizar su estudio en Gametxo. Las primeras obras construidas con maderas y restos encontrados en la playa se quemaron en el incendio. El caserío desapareció casi por completo. En su lugar se amontonaban las piedras, sólo quedaba en pie la chimenea y entre los cascotes un extraño hierro retorcido. Era su arpón de pesca submarina. Fuimos hasta el montículo desde donde se veía el mar, al fondo la isla de Izaro. No volvimos en muchos años.