Escultura

Las esculturas son parte de mi obsesión por los pecios, por los restos que trae la marea. Viene de esa experiencia. Construídas con diversos materiales, muchos de ellos reciclados, mis obras escultóricas no son monumentos épicos. Posiblemente no me interesa lo suficiente el vacío de sus huecos o la precisión de su geometría, pero sí su capacidad de contar y de emocionar.

 

Vienen de los tiempos en los que el juego con los objetos encontrados en la playa era el aprendizaje para manipular el espacio, para trascender el paisaje y el tiempo. Por eso no las concibo como piezas aisladas en si mismas, sino como parte de un universo que reconstruye parcelas de un tiempo que aun recuerdo.

 

Jose Ibarrola

Bañistas. 1996.

Silenia (instalación)

La actitud de coleccionista del artista, o de dar juego al azar, no dejando escapar objetos que encuentra casualmente y otorgándoles de inmediato un contenido artístico, ha dado de sí aportaciones estéticas muy sugerentes, potenciando en cierto modo el lado escultórico de su creatividad. Los elementos rescatables se pueden clasificar en dos bloques: los que devuelve el mar a la orilla o se encuentran accidentalmente por la calle o en plena naturaleza, es decir, los inequívocamente fruto de la casualidad;  y los buscados preconcebidamente como libros usados, guías de teléfono y restos de lo que sea que han cumplido su valor de uso primordial o la actividad principal para la que fueron creados. Los primeros han llevado a composiciones escultóricas muy imaginativas; los segundos incluso a exposiciones concretas como la de Exlibros o a series de creación con un motivo unitario. En la dimensión creadora introducen una componente de juego, un desafío conceptual, un planteamiento en cierto modo de intercambio cultural. Las perspectivas lúdicas, evidentemente, se ensanchan con este tipo de atrevimientos tan desprejuiciados.

Extracto de: Llueve a Mares.
Once comentarios, a modo de pinceladas, con motivo de una exposición de José Ibarrola

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Escultura pública (Córdoba)
Arquitecto – Juan Cuenca,
2003

© Jose Ibarrola