Oma-Bilbao 2000
Pinto también para cicatrizar las heridas que no quiero olvidar.
Es fundamentalmente pintor, pero no se limita a ver el mundo como un lienzo plano. Desde sus trabajos en el campo de la escenografía, ha ido incorporando una visión tridimensional a través de sus instalaciones, que completan lo sugerido en las pinturas.
Temáticamente, hay dos líneas que constantemente se van entremezclado en su última producción pictórica. Una que nos acerca al mundo de la memoria, al espejo de los recuerdos y al reencuentro con las miradas casi olvidadas, y otra que interroga al presente. Una con playas de infancia, solitarias y desnudas para juegos de náufrago, testigo impasible de sueños recién adquiridos, y otra agitada que merodea los pliegues de la desesperanza. Una que bucea en el mar profundo o que busca en cada ola una señal para encontrar el norte y otra que rastrea la huella de las cosas ocultas. Una y otra al filo de la nostalgia, en la línea del horizonte.
El siglo XXI comenzó, para él, con los ataques terroristas al caserío de sus padres en Oma y con los destrozos en El bosque pintado. Agustín Ibarrola, que fue una de las figuras claves en la lucha por la libertad, en los años duros del franquismo, se había convertido en objetivo de los ataques de ETA. En mayo del 2000 ETA asesinó a Jose Luis Lopez de La calle, periodista y amigo de la familia, encarcelado, en los años 60, en la prisión de Avila con el tío Josu. La imagen del asesinado, tirado en la calle protegido por un paraguas abierto, remueve sus viejos temores. Los ataques al bosque pintado y las amenazas de muerte continuaron y su padre tuvo que aceptar, a los 70 años, la protección continua de dos escoltas para proteger su vida.
A veces una imagen nos atrapa como una tela de araña. Su presencia nos acompaña imperceptible en el laberinto de nuestros recuerdos. Y un día, sin previo aviso, reclama su protagonismo. Es un curioso mecanismo que siempre me sorprende. Parece como si los recuerdos necesitaran de una lenta maceración antes de tener su propia entidad y solo entonces, digeridos con el suficiente tiempo, pueden ejercer su función específica en nuestra memoria.
Un hecho: una imagen real de un amigo real. Es la imagen de un hombre y su paraguas que quedaron juntos, huérfanos, en el límite de un charco rojo y espeso. El paraguas abierto en el suelo y balanceándose a merced de un viento implacable, presagia la ausencia definitiva de quien yace junto a él. Mira con su cara redonda y señala con su único dedo a todos aquellos que se atreven a mirar. Y parece que las gotas resbalan por su tela como lágrimas.
Y yo un día, más tarde, pinto un paraguas abierto junto a una silla vacía para hablar de esa ausencia. Descubro que es una metáfora y un homenaje.
Jose Ibarrola. A la intemperie. 2000