Bilbao, 1988
Correr fuera de la pista
La democracia en el País Vasco nació marcada por el cáncer de ETA, el aislamiento de la izquierda que había luchado contra Franco y una nueva hegemonía ideológica basada en lo identitario.
Los pueblos mutan, como la cultura que destilan y eso exige una constante regeneración, una constante capacidad de encuentro y desarrollo. Por eso a veces el vértigo de la Historia nos arrastra hacia la mansedumbre del Mito. Por comodidad, por tranquilidad, por sentirnos arropados por el paño de la tribu, perdemos toda capacidad crítica. Nuestros referentes iconográficos son eclécticos, heterodoxos y tan variados como la propia sociedad. Por eso no quiero arquetipos en los que basar nuestro discurso. Prefiero construir un tejido social y cívico capaz de reconocer -desde el respeto a las leyes democráticas- la inmensa diversidad cultural e ideológica que conforman las comunidades abiertas. Conocemos el pasado y lo sustantivamos en nuestro presente, pero sin el lastre de la fidelidad ciega. Nuestra guía es la Historia que se nutre de los diferentes caminos que confluyen en ella. Nos vamos construyendo poco a poco, paso a paso porque no estamos predeterminados. La autodeterminación se declina en primera persona del singular.
Jose Ibarrola
En 1988, publicó su último álbum de comic, Cuando canta la serpiente, con guion de Jon Juaristi y Mario Onaindía, una historia medieval de mitos y enfrentamientos, situada en la costa de Bizkaia, frente a la isla de Izaro. Jose Ibarrola, Jon Juaristi y Mario Onaindia desarrollaron una historia en la que aparece una maldición cainita que todavía hoy no se ha disipado.
En 1990, proyecta el cerramiento de las obras del metro en la plaza Moyua de Bilbao como una gran escenografía: una columnata áurea, que enmarca una boca de metro que se abre a un Universo veneciano de lunas planetas y estrellas.
Retomó la pintura y compramos las ruinas de un caserío en Oma, pero como no teníamos dinero para reconstruirlo hicimos una cabaña de 15 metros cuadrados más porche. Pintaba al aire libre y cubría los lienzos con plásticos para protegerlos de la lluvia. Acababa de nacer nuestro hijo Naiel. Las grandes manchas de color y los firmes trazos con spray dibujaban una figuración casi fetal, subacuática, en la que de vez en cuando aparecían con extraña nitidez pequeñas canicas como gotas de agua, ojos brillantes o extrañas referencias en una arquitectura sumergida. Quizá era el viejo tesoro de la infancia, la esfera mágica en la que se imaginaban todos los universos posibles.
De nuevo volvieron los cuadros de gran formato. Su crisis había pasado pero le había dejado una idea clara: a partir de ese momento renunciaba a los tabús. Al final, las grandes ideologías religiosas, políticas o artísticas siempre se acaban pareciendo, tienen sus profetas, sus sacerdotes y su propia Inquisición. Era consciente del precio que iba a tener que pagar. Construiría su camino desde la búsqueda y la soledad que todo proceso creativo lleva consigo.
Me dijo: sé que voy a correr fuera de la pista.