Bilbao, mayo de 1967
Todo el universo cabe en el reflejo de una canica.
Las dictaduras tienen las mismas características que los mundos secundarios de Tolkien, sólo que en clave de pesadilla. Crean universos paralelos invisibles donde tienen lugar las torturas y las desapariciones mientras se mantiene la apariencia de normalidad. JUNOT DÍAZ
Los niños vivían en el ambiente de clandestinidad de los mayores. No se hablaba, aparentemente no pasaba nada. A veces escuchaban desde la cama, cuando los mayores creían que el niño dormía, las discusiones que no existían al día siguiente. De día no ocurría nada, pero el niño detectaba la tensión y la angustia. Un pequeño tic nervioso, que había comenzado cuando detuvieron a su padre seguía ahí. El médico aseguraba que desaparecería cuando creciera. Quizá, Carlos Fuertes, el pediatra, estaba calculando a qué edad podía morir el dictador. En 1960 Franco llevaba más de 20 años en el poder y le quedaban quince para desaparecer, pero el optimismo de esa izquierda comunista repetía como un mantra que la lucha de las fuerzas del trabajo y de la cultura derrotaría la dictadura franquista y conquistaría la libertad. Lo cierto es que el tic desapareció cuando se consolidó la democracia en los años 80.Lo que le sigue quedando es cierta prevención contra los uniformes y contra ciertos sonidos: el ruido del ascensor por la noche y la llamada insistente al timbre anunciaban la llegada de la policía para registrar la casa cuando su padre estaba detenido. Las historias sobre las torturas y la imposibilidad de hablar con los detenidos desarrollaron su actitud resistente frente a las fuerzas del orden.
En noviembre de 1966 comenzó en Bizkaia la «Huelga de Bandas», como se conoce a la huelga más larga que tuvo lugar durante el franquismo. La empresa Laminación de Bandas en frío de Etxebarri, era propiedad de Altos Hornos de Vizcaya y de la Basconia. Los obreros secundaron masivamente la huelga desafiando la dictadura de Franco, que terminó decretando el Estado de Excepción el 22 de abril de 1967. La ola de detenciones volvió a golpear a la familia. Agustín y el tío Josu volvieron a ser detenidos.
A comienzos de mayo de 1967, Josetxu jugaba en su habitación abstraído en su mundo, como decían los adultos que le rodeaban. Alguien golpeó la puerta, se oyeron gritos, los intrusos entraron violentamente en la casa, desordenaron libros y armarios. Entre los papeles se llevaron reproducciones de los grabados de Goya por subversivos. Ante las protestas de su madre y su tía, todos acabaron en comisaría, su madre Mari Luz, su tía Miren, su hermano Irrintzi que era un bebé y su prima Idoia, que tenía 5 años. Jose, que tenía once años sabía que habían vuelto a detener a Agustín y al tío Josu para parar la Huelga de Bandas. Acababan de salir hacía poco más de un año de la cárcel donde habían pasado más de cuatro años y sólo habían conseguido estar unos meses fuera. Jose estaba preparado para resistir, antes de salir de casa, camino de la comisaría, cogió sus armas: un cuaderno, un lápiz, los iturris y sus canicas, por si tenía que estar en la cárcel tantos años como aita y el tío.
La huelga quedó desconvocada el 20 de mayo de 1967. Los hermanos Ibarrola permanecieron más de dos años en prisión.
Los años 60 en España no eran como en Francia. La dictadura de Franco había cumplido 20 años y los que se oponían se enfrentan a las detenciones, a la policía política, al miedo y a la angustia. En ese contexto, la realidad golpeaba de repente, sin previo aviso. Desde que volvieron de París, su padre había estado más tiempo dentro que fuera de la cárcel. Frente a esa realidad había que estar preparado, no había que callar, había que resistir. Frente a la realidad tortuosa de la dictadura, el niño creaba mundos paralelos donde refugiarse. Josetxu escapaba de ese mundo que él sabía que existía pero del que no se podía hablar, mientras creaba sus paraísos de libertad y defensa frente a la angustia y el miedo.