Abril de 1963
Qué estás pintando Josetxu? Es un pájaro gigante. Es para sacar a aita de la cárcel.
Unos ojos negros, una mirada, un niño que juega y observa, acentos distintos, idiomas distintos. Pero las imágenes no tienen idioma, el movimiento, los gestos, las expresiones son iguales en sitios donde el sonido cambia. La adaptación a los cambios, los viajes. Los adultos que hablan mientras los niños juegan a su aire. Algunos niños no preguntan, algunos niños observan.
Casi nació en Formentera, donde sus padres, según el Jose adulto, habían sido unos románticos pobres en una isla muy barata, sin saber que habían estado siendo hippys. Desde el 2 de septiembre de 1955, día en el que nació en casa de su abuela en la ladera soleada de los montes que rodean Bilbao, su primera década fue bastante ajetreada. De París a Basauri, pasando por Córdoba o Dinamarca. De casa de los abuelos de Basauri: el aitite Jose y la amama Juliana y los tíos Josu y Miren, al Bilbao de la casa de Arabella, de los abuelos Josefa y Pedro, el marino. De la chambre de bonne en París a la estancia forzosa en la buhardilla de Burgos, mientras su padre estaba en la cárcel de aquella ciudad.
Cambio de idioma y de costumbres, pero el niño se adapta. Josetxu corre por el jardín de las Tullerías mientras otros niños juegan con veleros en el estanque. Él rebota piedras contra la superficie del agua, poniendo en peligro las frágiles embarcaciones. La piedra rebota cinco, seis, siete veces ante el escándalo de los adultos franceses que lo tachan de salvaje. Aquel niño había aprendido sus primeros juegos de la mano de su tío Josu, que cuenta cómo Josetxu nunca tenía miedo y le seguía siempre en todas sus proezas deportivas. Con él aprendió los ritos iniciáticos de un mundo obrero que acababa de abandonar el caserío y la cultura del campo: a nadar, a disparar con chimbera, a pescar ranas, a coger peces con las manos…, un buen adiestramiento para aquel niño con vocación de náufrago, pero demasiado bárbaro para la politesse francesa.
Cuando vuelve a casa de aitite y amama en Basauri, el patio de vecindad de la barriada obrera le servirá igual que le habían servido los jardines de las Tullerias. Los lugares son el soporte para las escenografías que su imaginación fabricaba desde muy pequeño. La estrecha canalización de las aguas pluviales del patio se convertía en un río turbulento, que, tras soltar el agua retenida por presas de ramas y barro, arrastraba pequeños barcos de papel que se agitaban en un mar embravecido… Su mayor tesoro una canica. Y también los iturris.
Siempre ha tenido una singular capacidad para reflejar la angustia sin ningún dramatismo como si fuera una compañía cotidiana. Suele aparecer, a menudo, en la mirada de alguno de sus personajes y quizá refleje alguna de sus vivencias infantiles. Tras la vuelta de Paris, se produjo la detención de su padre Agustín y del tío Josu. Fue en 1962, a raíz de la caída general del Partido Comunista en Bizkaia. El traslado en tren a Madrid desde la cárcel de Larrinaga en Bilbao, el juicio en Carabanchel y el internamiento en la cárcel de Burgos donde cumplirán la condena impuesta, marcarán uno de los negros episodios que condicionarán su infancia.
Tras la detención de su padre Agustín, la angustia y las protestas de su madre Mari Luz no son exageradas: el 20 de abril de 1963, el dirigente comunista Julián Grimau es fusilado en Madrid. Había sido detenido a finales de 1962 y sufrió graves lesiones durante los interrogatorios al ser lanzado esposado por la ventana de la comisaría.
La situación familiar refleja la historia de la resistencia al franquismo: las detenciones, la terrible BPS, los estados de excepción, el miedo, la angustia, la España triste que calla, la resistencia clandestina, el optimismo histórico de aquellos comunistas vascos que imaginaban las masas que iban a cambiar la historia y peleaban por la utopía del paraíso en la Tierra. La cárcel de Burgos se convirtió en un paisaje tristemente cotidiano, pero también la solidaridad entre las mujeres, la presencia de la otra España, la que perdió la guerra, encarcelada, las visitas a la cárcel todas las semanas, sin contacto físico, siempre con una reja y un pasillo en medio. La mujer y el niño al otro lado.
El padre Pardo facilita que Josetxu entre en el colegio de los jesuitas de Burgos y se trasladan a vivir allí para estar cerca de la cárcel. El frío de Burgos en invierno marcará sus juegos en la calle y en el interior de la buhardilla en la que vive con su madre. Pero aprende pronto que hay otras situaciones peores, como la de la mujer enlutada que venía desde Andalucía, sólo una vez al año con el dinero que podía conseguir, para ver a su marido detrás de la reja.
Los niños sólo entraban en la cárcel dos veces al año, el día de Reyes y en la fiesta de La Merced. Allí, León Encinas, uno de los presos veteranos, encarcelado muy joven al terminar la guerra civil, era el facilitador, el que conseguía lo impensable, desde los materiales necesarios para hacer una radio hasta pinceles y sedas para que Agustín pintase. León amaestraba pájaros que utilizaban un dedal atado con una cuerda para subir el agua desde un pequeño balde. Era el rey mago para Josetxu y los otros niños, el que organizaba la fiesta cuando los hijos de los presos entraban en la cárcel.
Nestor Basterretxea me contó, a finales de los 70, cómo le habían impresionado los dibujos que Josetxu hacía con 6 años. Al parecer eran pájaros y moscas gigantes con extraños mecanismos para sacar a su padre de la cárcel de Burgos.