Memoria. 200x600cm. 2012
Desde hace un tiempo no consigo ver a los paraguas como simples paraguas. Creo que hay algo profundamente misterioso e incomprensible en la percepción que tenemos de los objetos.
La coexistencia ilógica de las cosas. Eso es una paradoja. Por ejemplo: un paraguas es, en sí mismo, una curiosa paradoja; pues, aunque creemos que estamos a resguardo, tan solo nos protege de la lluvia y aun así, siempre acabamos mojados. El paraguas que imploramos cuando comienza a llover, de nada nos sirve cuando estalla la tormenta. Simplemente hace que nos sintamos cubiertos a la intemperie.
Creo que solo pinto imágenes que narran mi patrimonio sentimental, ese lugar propio que acecha a los recuerdos para recuperarlos del abandono impuesto por el olvido.
Pinto también para cicatrizar las heridas que no quiero olvidar.
Parece como si los recuerdos necesitaran de una lenta maceración antes de tener su propia entidad y solo entonces, digeridos con el suficiente tiempo, pueden ejercer su función específica en nuestra memoria.
Un hecho: una imagen real de un amigo real. Es la imagen de un hombre y su paraguas que quedaron juntos, huérfanos, en el límite de un charco rojo y espeso. El paraguas abierto en el suelo y balanceándose a merced de un viento implacable, presagia la ausencia definitiva de quien yace junto a él. Mira con su cara redonda y señala con su único dedo a todos aquellos que se atreven a mirar. Y parece que las gotas resbalan por su tela como lágrimas.
Y yo un día, más tarde, pinto un paraguas abierto para hablar de esa ausencia. Descubro que es una metáfora y un homenaje.
Lo que propone no son paisajes o retratos en un sentido tradicional, sino temas que van desvelando en una contemplación reposada capas de emociones o, si se prefiere, de estados de ánimo. Los paraguas, pongamos por caso, son un objeto plástico a explorar en sí mismo.
Pero el punto de partida de Ibarrolano se limita a su uso cotidiano. Está en un atentado terrorista, en el que el asesinado iba con un paraguas que queda abandonado en la calle. Para el artista el paraguas representa la memoria de una vida sesgada, la imagen del horror con un objeto que tiene su propia memoria.
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Extracto de: Llueve a Mares.
Once comentarios, a modo de pinceladas, con motivo de una exposición de José Ibarrola