Cuando ilustro para una página de opinión, procuro no ilustrar como para una página de opinión. Me abrumaría.
Las palabras transitan por un universo complejo de relaciones en permanente equilibrio que cualquier intromisión puede inestabilizar. Destilar de todas ellas un concepto, una idea, es una tarea que – me consta- requiere de la máxima concentración. Y un dibujo es un elemento exógeno muy proclive a provocar pequeños disturbios en el orden de las palabras y las ideas. Sé que juego con material de pirómano literario. Una mala ilustración, una ilustración equivocada empuja hacia una lectura equivocada; distrae la concentración, desvía su interpretación o peor aun, emborrona su intención.
Cuando ilustro para una página de opinión, procuro abrir mi propio campo de impresión. No interferir, sumar, intentar no interpretar, ilustrar como si fuera mi propia opinión.