Las esculturas son parte de mi obsesión por los pecios, por los restos que trae la marea. Viene de esa experiencia. Construídas con diversos materiales, muchos de ellos reciclados, mis obras escultóricas no son monumentos épicos. Posiblemente no me interesa lo suficiente el vacío de sus huecos o la precisión de su geometría, pero sí su capacidad de contar y de emocionar.
Vienen de los tiempos en los que el juego con los objetos encontrados en la playa era el aprendizaje para manipular el espacio, para trascender el paisaje y el tiempo. Por eso no las concibo como piezas aisladas en si mismas, sino como parte de un universo que reconstruye parcelas de un tiempo que aun recuerdo.
Jose Ibarrola